La historia que ha escrito Rafael Nadal durante su carrera es asombrosa pero este último año la pulió. Ganó casi todo, Wimbledon fue uno de sus obstáculos pero no un tropiezo definitivo para que el maracorí terminara el año como el #1 del mundo en el ránking de la ATP.
Parecía que el final de año para el español no sería muy favorecedor, había tenido molestias nuevamente en su rodilla y al llegar al Masters 1000 de Paris, el cielo se puso un tanto gris para Rafa. En las semifinales se enfrentó a su compatriota,David Ferrer, quien lo derrotó de manera contundente (3-6 y 5-7) para acceder a la final en contra de Novak Djokovic, la cual se llevaría el serbio (7-5 y 7-5).
Pero llegó la hora de la revancha para Nadal: el ATP World Tour Finals, donde podría escribir su nombre con letras de oro. En su primer juego se volvió a ver las caras con la Maquinita, lo venció y llegó el momento que seguramente estaba esperando, su segundo juego del torneo en donde se podría consolidar, su rival: Stanislas Wawrinka.
El rey de la arcilla, se había puesto en ventaja en el 3-3 y servía por el set en el 5-4 cuando Wawrinka le quebró de regreso e igualó la cuenta para forzar el tie break. Nadal tiene un invicto de 12 partidos y jamás ha cedido un set ante el segundo mejor tenista suizo.
De inmediato, y fiel a su costumbre, el español explotó de júbilo al ver que la pelota de Stanislas se quedaba en la red: ya era el mejor del mundo y nadie se lo iba a quitar. Un año complicado, el regreso de una lesión pero los campeonatos que ya tiene en la bolsa valen más que cualquier adversidad.