Una de las figuras más representativas del Medievo sin duda es la de sus caballeros y sus brillantes armaduras:
Creadas para resistir impactos fuertes, estos armatostes pesaban varios kilos-entre 20 y 30– además que cómo medida precautoria utilizaban una malla creada a partir de varias cadenas, con la cual se pretendía detener a la espada de penetrar en la piel.
Debido a su aspecto, durante años se creía que los movimientos con estas armaduras eran muy torpes y lentos, pero un estudio basado en los ejercicios realizados por el Mariscal Juan le Maingre, del ejército de Carlos VI de Francia, nos demuestra todo lo contrario:
Como podemos ver en este video, la movilidad dentro de tanto metal no es tan restringida, de hecho, cosas como rodar, saltar y flexionarse, pueden ser realizadas con agilidad, claro, después de acostumbrarse a los 30 kilos de la armadura.
Y bueno, lo que esto nos deja ver es que las batallas en esos tiempos antiguos podían ser mucho más épicas de lo que Hollywood nos las pinta.