Recientemente, distintos actos de inconformes, entre los que se cuenta la quema de una patrulla el día de ayer en Chilpanchingo, han dado mucho de qué hablar entre los mexicanos. El problema central parece consistir en la confusión de lo que esos actos representan. Mientras algunos afirman que lo que ellos hacen demuestra el carácter y las estrategias de todos los in¡conformes del país (incluyendo, por ejemplo, a los padres de Ayotzinapa), otros más, entre los que nos incluimos, pensamos que los actos de unos no representan los de muchos más.
El día de hoy, el gobernador interino de Guerrero, Rogelio Ortega, ha hecho una declaración polémica. Según el mandatario de la entidad, el problema de la violencia usada en ciertas manifestaciones y protestas no es de origen guerrense, sino que es responsabilidad de personas oaxaqueñas y del DF que han aprovechado la inestabilidad del estado.
“Son personas externas, de Oaxaca, de la Ciudad de México, que aprovechan el sentimiento, el reclamo de esos familiares de los muchachos desaparecidos para realizar acciones vandálicas en contra de las instituciones”, afirmó en entrevista radiofónica con Ciro Gómez Leyva.
“Quien está al frente de estas acciones, tiene objetivo de realizar un repertorio de violencia focalizada, emblemática, hacia lo que es el símbolo de las instituciones”.
Y agrega:
“Los anarcos de la Ciudad de México, han estado involucrados”.
“(Están) reducidos ya a decenas y con la advertencia de que vamos a aplicar la ley. Cuando se aplica la ley no se reprime, se aplica la ley”.
Sin embargo, al margen de estas acusaciones, el gobernador rechazó que estos individuos estuvieran relacionados con la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG).
Estas acusaciones, realizadas en entrevista con Ciro Gómez Leyva, fueron concluidas por el gobernador con la observación de que Ayotzinapa tampoco es un problema guerrerense, sino un detonante de una crisis política y social “que se venía gestando en el interior de las instituciones”.
