La instalación de un árbol de Navidad de Coca-Cola en el Zócalo ha generado inconformidad en redes sociales.
La actividad conjunta del Gobierno del Distrito Federal con Coca-Cola, el refresco más popular del mundo (45 mil botellas vendidas por segundo) llama la atención. Está muy claro lo que gana la empresa y también lo que pierde Mancera.
Para Coca-Cola este es un evento que le trae grandes beneficios a la marca. La asociación de imágenes de la marca con la navidad, quedan registradas en la memoria de los niños y niñas que asistieron a ver el arbolito de Navidad con sus papás, tal vez, cuando crezcan harán una transferencia de la marca con sentimientos y recuerdos gratos de su infancia, fortaleciendo el vínculo emocional de Coca-Cola con los niños.
Como diría Vargas Llosa, la intención es tener presente la imagen de la marca de la cuna a la tumba.
El 26 de noviembre, cuando comenzó a construirse el arbolito en pleno Zócalo con una altura de 40 metros, mostraba las esferas con el logo de Coca-Cola y las estrellas con la figura de la botella de esta bebida.
El 3 de diciembre, Reforma dijo que el Gobierno del Distrito Federal había recapacitado, ya que los logos de la refresquera y las figuras de sus botellas habían desaparecido de las estrellas del árbol de navidad.
Pero se equivocaron, la negociación de la refresquera con el Gobierno del Distrito Federal llevó a que las esferas volvieran al árbol, a su base, a la altura de las personas.
La fábrica de la felicidad con sus osos polares navideños y el patrocinio hasta del arbolito es alarmante. ¿Por qué no un árbol diseñado por artistas mexicanos o una exposición de árboles de navidad?