Recientemente, el Instituto Federal de Acceso a la Información (Ifai) ordenó a la Secretaría de la Defensa Nacional que entregara todo el material que tuviera en sus manos en torno a los hechos ocurridos en las inmediaciones de Iguala la noche del 26 de septiembre de 2014, cuando estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa fueron atacados por elementos policiales y entregados por las autoridades locales al grupo de crimen organizado Guerreros Unidos.
El Ifai instruyó a la SEDENA a entregar el material luego de que denuncias ciudadanas exigieran investigar los testimonios que señalaban la innegable presencia de militares en un hospital cercano al lugar de los hechos. Ahí, los heridos fueron interrogados por elementos, quienes también les tomaron fotografías.
Más tarde, cuando los estudiantes y familiares exigieron conocer el papel del ejército aquella noche, la SEDENA negó la presencia de elementos militares en la zona. Hoy, no obstante, gracias a la intervención del instituto, es posible conocer fragmentos de la bitácora militar de aquella noche en la que consta el interés de los elementos en los hechos y el envío de elementos para investigar.
En la parte de novedades, las bitácoras y los mensajes urgentes de aquella noche del 26 y madrugada del 27, tomados por el Batallón de Infantería con sede en Iguala, se incluyen al menos dos fotografías de jóvenes y un profesor de la escuela rural en la clínica Cristina, de esa ciudad, adonde llegaron tras huir de la balacera.
Uno de los fotografiados es Édgar Andrés Vargas, quien recibió un balazo en la cara. Posteriormente sería internado en el Hospital General de Iguala y, días más tarde, requeriría una cirugía plástica en la capital del país.
A partir de los informes se puede concluir que los militares estuvieron al tanto de lo ocurrido esa noche, aunque no hicieron nada para impedir las acciones policiales ni las de los Guerreros Unidos.
En el mensaje 22632 del 26 de septiembre, marcado como urgente, referido como arribo de normalistas, se informaba “a la superioridad”, en el inciso “G”, apartado “C”:
“Sobre la carretera Iguala-Chilpancingo, frente al Palacio de Justicia, (soldados o testigos, no queda claro) ubicaron otro autobús, el cual fue detenido por dos patrullas de la policía municipal, los cuales, con palabras altisonantes, les mencionaron a los estudiantes que descendieran del autobús”.
Y en el apartado “D”:
“Aproximadamente 22:30 horas, arribaron al lugar tres patrullas más, a bordo de las cuales bajaron policías vestidos de negro, encapuchados, los cuales les dijeron a los estudiantes que se bajaran, por lo que los estudiantes les mencionaron que tenían compañeros heridos, sin especificar de qué tipo. Aproximadamente 22:35 horas, los policías que llegaron trataron de bajar a los estudiantes del autobús”.
Estos breves informes aparecen firmados por el comandante del 27 Batallón de Infantería y eran emitidos a la Comandancia de la 354 Zona Militar, en Chilpancingo.
Los militares recibían y enviaban información minuto a minuto y percibieron adecuadamente que el jefe de la SSP de Iguala, el prófugo Felipe Flores, mentía al dar reporte de los hechos, aunque no hicieron nada al respecto:
“Manifestó, con una actitud de reserva y tratando de minimizar los hechos, que su personal se encontraba establecido en los filtros que se ubican en las salidas de esta ciudad; que no tenían ningún carro detenido, y que no se habían suscitado disparos de armas de fuego”, se lee en el mensaje “urgente” 22632.
En los informes de esa noche, los militares también dejaron asentado que las policías federal y estatal, que estaban enteradas de los hechos, decidieron no intervenir:
“A las 22:00 horas se estableció comunicación con el C. José Adame Bautista, coordinador operativo de la policía estatal en la zona norte, mencionando que personal de su corporación no asistiría a prestar apoyo a la policía municipal de esta ciudad, a menos que recibiera órdenes de sus superiores”.
Tras los tiroteos, enterados perfectamente de la situación, los militares buscaron contacto con los estudiantes al menos en dos puntos, el Hospital General y el Hospital Cristina. Los elementos revisaron la identidad de los heridos y, tras darse cuenta de que se trataba de normalistas y no de criminales, se retiraron, según los informes.
En los documentos, los soldados detallan los daños observados sobre los heridos:
“Mensaje 22634. Urgente. Permítome informar a esa Superioridad (Comandancia de la 35 Zona Militar) que se obtuvo información de que ingresaron tres personas heridas por arma de fuego al Hospital General (…), al parecer estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, como a continuación se indica: A.- (Nombre tachado del estudiante) presenta una herida por proyectil de arma de fuego en el brazo derecho. B.- (Nombre tachado del estudiante) presenta una herida de proyectil de arma de fuego en una mano, habiéndosele amputado 4 o 5 dedos. C.- Una persona del sexo masculino en calidad de desconocido, quien presenta una herida de proyectil de arma de fuego en la cabeza”.
El último estudiante del que se habla en aquel fragmento ha sido identificado como Aldo Gutiérrez Solano, en cuya ficha médica podía leerse ruptura de cráneo por proyectil de arma de fuego. Sigue en coma, con 65 por ciento del cerebro sin actividad.
Más tarde, otro mensaje detallaría el segundo encuentro entre militares y heridos:
“En el hospital Cristina fueron localizadas 25 personas, entre ellas una que presenta una herida en el labio superior en forma de sedal, producida por un proyectil de arma de fuego. Las personas localizadas mencionaron ser estudiantes de la normal de Ayotzinapa que habían sido agredidos con armas de fuego por policías municipales cuando se transportaban a bordo de dos autobuses; (y) que los (dos) cuerpos que se encuentran tirados (muertos) en el cruce de la calle Álvarez con Periférico Norte son sus compañeros”.
Un tercer encuentro se reportaría en un mensaje etiquetado como urgente:
“A.- Los 25 estudiantes localizados en el interior del hospital Cristina agradecieron al capitán segundo de Infantería el apoyo brindado, manifestándole que se retirarían y que ellos por sus propios medios le brindarían la atención médica a su compañero herido.
“B.- Arribaron al lugar de los hechos donde fallecieron dos normalistas (a unos metros de la clínica) los siguientes periodistas (…).
“C.- (A las 03:00 horas llegaron varios de los estudiantes que habían estado en el hospital Cristina) En el lugar, el dirigente estudiantil (nombre tachado) dio una entrevista en la que mencionó que los culpables de lo sucedido fueron las autoridades, ya que no recibieron el apoyo que solicitaron”.
Al final de la bitácora se da cuenta de cómo padres de normalistas asistieron a las instalaciones militares de la zona para reporta la desaparición de 57 personas, que más tarde se reducirían a 43. Los militares reportan que para ese momento los padres ya denunciaban que los estudiantes habían sido detenidos por la SSP del municipio.
Si los militares tuvieron noticia puntual y oportuna de los hechos ocurridos en Ayotzinapa, ¿por qué no intervinieron en favor de las víctimas? Si se percataron de que las autoridades de la SSP de Iguala mentían en sus informes sobre esa noche, ¿por qué se limitaron a revisar los hospitales cercanos?, ¿por qué se resistieron a abrir los reportes sobre esa noche y accedieron a hacerlo hasta que el Ifai así lo revolvió?, ¿por qué los altos mandos de la SEDENA no dieron órdenes para detener una masacre de la que tenían noticia?