Aaaah, la política estadounidense en su época de campaña, un periodo aparentemente interminable que arranca desde el momento en que el nuevo presidente inaugura su administración. Oficialmente, las campañas federales comienzan cuando un buen (y adinerado) ciudadano se destapa ante los medios y anuncia sus intenciones para ser el próximo líder del supuesto mundo libre. Esto puede llegar a ocurrir hasta 20 meses antes de la elección presidencial, pero a partir de ese momento ya emprendió su marcha ese auténtico circo itinerante de ridículos y largos discursos, palmadas en la espalda, actitudes condescendientes, consignas racistas y discriminatorias, y comerciales de televisión que insultan la inteligencia de nuestros vecinos del norte.
En el esquema moderno de la democracia representativa, la cultura pop juega un papel clave en los juegos de poder de Washington. Los políticos buscan colgarse de la visibilidad de las personalidades del espectáculo para posicionarse en las mentes de los votantes, particularmente en el demográfico de los jóvenes. A los 18 años, un gabacho ya tiene edad para hacer muchas cosas de manera legal: fumar, ingresar a stripclubs, jugar a la lotería (en algunos estados), matar gente (siempre y cuando eres parte del ejército o la policía… o si invaden tu propiedad en algunos estados), y votar. Para comprar bebidas alcohólicas todavía tienes que esperar hasta los 21, pero para elegir al máximo representante del ejecutivo, el Estado asume que a los 18 ya eres lo suficientemente inteligente.
Pero bueno, la cultura pop…
En un pasado algo lejano, los candidatos dependían poco de la televisión para darse a conocer a la nación. Los comerciales políticos no pasaban de ser unos jingles pegajosos con un mensaje simplón; un mensaje que a la vez resultaba bastante efectivo en una sociedad que no era invadida con información las 24 horas del día. Claro, con el paso del tiempo y el avance de la tecnología, la televisión fue ocupando las salas de más hogares estadounidenses, y rápidamente este medio visual de comunicación fue reemplazando a la radio y los periódicos como el recurso favorito de estrategas políticos para divulgar sus mensajes.
En todo este negocio, la música había tenido un rol muy limitado. Viejos estándares del dominio público recibían un cambio de letra para impulsar a un candidato, o algo por el estilo. Pero la comunidad artística no tenía motivo para verse involucrada en las campañas políticas, más allá de las canciones de protesta. A lo largo de los 80 e inicios de los 90, la Casa Blanca fue el territorio de presidentes republicanos y grupos conservadores, y la música pop nunca se ha prestado para apoyar a este partido en particular. La oposición demócrata tampoco generaba mucho entusiasmo entre los artistas, pero todo eso cambió a partir de la campaña de un hombre: Bill Clinton.
El país nunca había visto un sujeto que tuviera tanto dominio sobre su presencia pública en los medios, y ese carisma prendió el interés de la comunidad artística. En poco tiempo, el candidato demócrata figuraba en la portada de la revista Rolling Stone, y tocaba su saxofón en el talk show de Arsenio Hall. Más que por sus discursos o sus promesas de campaña, el Bill Clinton del ’93 era recordado por aquellos momentos extraordinarios. Claro, hoy recordamos a Clinton por otros motivos menos glamurosos, pero es de admirar la astucia y perspicacia de sus consejeros y asesores.
Con el permiso de Fleetwood Mac, Bill Clinton fue de los primeros políticos en tener una canción de pop como tema de campaña, “Don’t Stop”, y la cereza en el pastel fue que la banda de classic rock se reunió por primera vez en más de 10 años para tocar esta misma rola en la inauguración de Clinton como presidente.
En seguida te presentamos una lista de varias ocasiones en que artistas o sus canciones han tenido un rol en las campañas de los presidenciables:
Bruce Springsteen respalda al entonces candidato, John Kerry, en su campaña presidencial de 2004. El senador de Massachusetts terminaría perdiendo contra George W. Bush, muy a pesar de las porras del “Jefe”.
La banda de post-grunge, Three Doors Down, estrena una canción en la Convención Nacional del Partido Repúblicano, perdiendo la poca credibilidad que les quedaba.
Muchas bandas indie mostraron públicamente su respaldo de Barack Obama, cuando el senador de Illinois se lanzó a la carrera presidencial en 2008. Una de las más vocales fue The National, aquí acompañando al candidado en el caucus de Iowa.
“Barracuda” de Heart se escucha en la Convención Nacional del Partido Republicano que formalizó la candidatura del senador John McCain; sin embargo, es muy probable que las hermanas Wilson estuvieron molestas por el uso de su canción.
Barack Obama se hizo de muchos amigos entre las figuras más influyentes de la música, y una de esas figuras fue Beyoncé quien serenó al presidente y su esposa cuando ganaron las elecciones de 2008. Queen Bey estuvo de regreso cuatro años después para cantar en la inauguración el himno nacional estadounidense… con pista.
Los republicanos también tienen algunos afroamericanos por ahí en su partido. Tal es el caso del Dr. Ben Carson, quien hace poco anunció su candidatura para la presidencia, y lo hizo con una versión gospel de “8 Mile”. Así como Eminem, Carson es de Detroit, pero ahí es donde terminan las similitudes.
Ugh. Pobre Questlove…
Ahora bien, por cada caso en que un artista da su permiso para que un candidato use su canción como tema de campaña, hay una docena más donde los candidatos usan una canción sin el consentimiento o el conocimiento del artista. Y cuando ellos se enteran de que George Bush o Mitt Romney están usando su música para promover un mensaje político contrario a sus ideales, ya los puedes imaginar pegando el grito al cielo. Para mencionar un ejemplo reciente, eso fue lo que ocurrió cuando Donald Trump se destapó como candidato al ritmo de “Keep On’ Rocking in the Free World”, tema original de Neil Young, un artista con fama de cascarrabias e izquierdista. Digamos que los mexicanos no fueron los únicos indignados ese día.
¿Por qué se presenta esta situación tan a menudo? Aunque los músicos denuncian su descontento en los medios, y algunos amenazan con recurrir a los abogados, la verdad es que en la mayoría de los casos, el equipo de campaña de los políticos adquiere los derechos a través de las disqueras, ya que después de todo, son estas grandes empresas -como dueñas del contenido- las que tienen derecho a distribuir y otorgar licencia de uso. Los artistas no proceden con la demanda porque saben que van a ser derrotados en la corte, pero los políticos acceden a dejar de usar la canción con el fin de preservar su imagen ante el público.
De cualquier forma, el daño ya está hecho…