Margarita es una mujer adulta que vive en la costa de Oaxaca. Su padre le heredó la misma tierra que ha trabajado toda su vida, una tierra bajo el formato comunal. Además de su labor en el campo, Margarito siempre ha estado activa en su comunidad al ser partícipe de los servicios comunitarios como su presencia en la asamblea comunal, entre otras cosas.
Pero (siempre hay un pero) Margarita tomó la decisión de no casarse, ni tener hijos. Y como la mayoría de los comuneros son hombres, la critican todo el tiempo no sólo por ser mujer, sino porque no tendrá a quien heredarle la tierra.
Hace no mucho tiempo, le dieron a firmar un documento que ella no entendió por completo. No fue hasta que comenzaron a cercar su tierra que se enteró que le habían dado a firmar una sucesión de la posesión de la tierra a favor de un vecino de la comunidad. Tomaron la decisión de que ella, como mujer, no podía hacerse cargo de su tierra, no podría ser la dueña, y como no la heredaría a sus hijos, qué mejor que quedara en manos de un hombre.
Y para lograrlo, se aprovecharon de que no está informada de sus derechos además de encontrarse en una situación vulnerable. Como este caso hay miles más. Si en México las mujeres tienen una desventaja abismal en lo que a posesión de tierras se refiere, para las mujeres indígenas el problema es todavía más grave aunque muchas de ellas dedican sus vidas a trabajar esas mismas tierras.
Las mujeres y la tierra en México
De acuerdo con el reporte de Sujetos de Núcleos Agrarios del Registro Nacional Agrario (RNA), hasta febrero de 2022, en México se registraron 3 millones 686 mil 196 hombres como ejidatarios, comuneros, posesionarios o avecinados. Pero sólo se reportan un millón 346 mil 647 mujeres en las mismas condiciones. Una brecha considerable.
Si hacemos las cuentas, esto implica que del total de personas que tienen un certificado parcelario vigente, es decir que poseen una tierra, sólo 26 por ciento son mujeres. Ahora bien. Estos datos presentan algunos problemas, pues están segregados por sexo y no sabemos cuántas de esas mujeres son indígenas (y seguramente, son muchas menos).
“Si las mujeres tenemos tierra, si las mujeres podemos tener acceso y tenencia a la tierra, entonces nosotras podemos desenvolvernos ampliamente ya sea en el ámbito económico, en el ámbito político, en el ámbito de la situación alimentaria en ese mismo sentido“, explica Carolina Vázquez García, coordinadora de la Red Nacional de Mujeres Indígenas Tejiendo Derechos por la Madre Tierra y Territorio (RENAMITT).
Esta red que arropa defensoras de la tierra de Veracruz, Guerrero, Chihuahua, Oaxaca y Jalisco, nació en 2011 con el objetivo de formar a mujeres indígenas y en condiciones vulnerables, en cuestiones de tierra y territorio. De acompañar a mujeres para que reclamen la posesión de sus tierras y estas puedan participar en las asambleas de sus comunidades para ser tomadas en cuenta.
En Sopitas.com nos sentamos a platicar con Cristina sobre la lucha que la red está haciendo por la tierra y los derechos de las mujeres. Ella nos cuenta que desde la chamba que están haciendo, se han identificado ciertos retos a los que las mujeres se enfrentan:
- Para empezar, el asunto de que muchas mujeres indígenas, de comunidades muy alejadas, son monolingües y la mayoría no hablan español. Esto las pone en una desventaja ante todos los procesos necesarios para obtener un certificado de posesión agrario.
- El hecho de ser mujeres. Punto. El machismo y la violencia de género que se vive en estas comunidades, sobre todo, las pone en desventaja a partir de su condición femenina.
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La falta de reconocimiento legal de los territorios de los pueblos indígenas. Si no ha habido un avance sustancial para reconocer los derechos colectivos de las comunidades, mucho menos para los derechos colectivos de las mujeres. Las mujeres tendrían que incidir en los espacios de toma de decisiones, como las asambleas, para participar activamente al igual que los hombres. Ojo acá, no sucede siempre así, pero sí en muchos casos.
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Muchas de las mujeres que poseen tierras lo hacen por herencia; es decir, sus papás les heredan la tierra o toman posesión de ella cuando sus esposos mueren. De otra forma, hay muchas trabas para poder adquirir el terreno como haber participado en un espacio político, tener cierto ingreso económico para solventar gastos en la comunidad, haber tenido una participación previa, etcétera.
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Volvemos a lo mismo. En algunas comunidades, las mujeres no pueden ser dueñas de tierras sólo por ser mujeres.
- Muchas veces hay conflictos agrarios de por medio. En estas condiciones, las mujeres indígenas sufren de violencia de género, discriminación y acoso, ya sea de personas ajenas o de su propia comunidad. Muchas de las mujeres indígenas que desaparecen o asesinan, son defensoras de los recursos naturales de sus propias tierras.
En este contexto, la chambota que hacen en RENAMITT es fundamental.
Carolina nos cuenta que la red está integrada por mujeres con diferentes perfiles profesionales. Por ejemplo, hay abogadas que acompañan y asesoran a las mujeres en materia agraria, pero también que inciden en espacios de ámbito legislativo para poner sobre la mesa políticas públicas con perspectiva de género enfocadas para las mujeres indígenas.
La RENAMITT, que es apoyada en gran medida por Fondo Semillas, atiende casos especiales de mujeres en los que a veces es necesario pelear violaciones de derechos humanos. Asimismo, regulariza certificados agrarios para mujeres indígenas, acompaña con conciliaciones, entre muchas otras actividades.
De acuerdo con la Ley Federal de Reforma Agraria, hay tres formas para acceder al derecho de la tenencia de la tierra: por sucesión, por compra de la tierra o por posesión. Para poder adquirirla es necesario que un familiar (abuelo, padre o hermano) herede la parcela, comprarla mediante el pago de un inmueble, mantener en uso la tierra (sembrando o usándola para vivienda), así como solicitar a la asamblea comunitaria la parcela para que quede formalizada la dotación mediante el acta de asamblea.
Para mantener ese derecho hay que trabajar la tierra, mantener la posesión, cumplir con faenas y cooperaciones ejidales/comunales, además de acudir a las reuniones ejidales/comunales. Para todo ello, primero, hay que cambiar el pensamiento de que sólo los hombres tienen derecho a poseer la tierra.