El equipo de documentación de El País compiló los obituarios de este año y encontró que, en comparación con los pasados, efectivamente hubo más decesos que reportar en 2016. La lista va en 74 nombres –y todavía le quedan unos días al año–. En 2015 fueron 55 las celebridades que perdieron la vida y, en 2014, 56. Durante 2013 sólo quedó constancia de 46 fallecidos. Así que, por lo menos en los números de uno de los diarios más importantes del mundo, la tendencia es clara: en 2016 sí murieron más famosos.
Cuatro factores con los que puede asociarse esta tendencia:
Hay más gente famosa. Cada vez es más sencillo que la gente se haga de cierto nombre (¿internet, alguien?). Probablemente ahora es más fácil que se propaguen el nombre y la carrera de personas que de otra forma casi no conoceríamos.
Estamos a 50 años de la década de los 60. En esa época, la televisión a color empezó a atiborrarnos la memoria de personajes famosos.
Se acaba la generación de los baby-boomers. Muchos de los fallecidos pertenecían a la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, los llamados baby-boomers. Durante la posguerra hubo un aumento significativo en la población y es natural que ahora esos bebés estén muriendo.
Las celebridades llevan estilos de vida poco saludables. Esto puede parecer un poco obvio, pero recordemos que una gran parte de las muertes reportadas este año correspondieron a personas que vivieron en los 70, una época que no se caracterizaba por un gran control sobre el consumo de estupefacientes.
Sean cuales sean los motivos por los que este 2016 perdimos a tantos personajes queridos y admirados, es momento de reconocer que ellos van a quedarse con nosotros por mucho tiempo más. No hemos agotado la música de David Bowie ni las interpretaciones de la obra de Umberto Eco. Las canciones de Prince seguirán en nuestros oídos y las películas de Alan Rickman y Carrie Fisher podrán ser revisitadas las veces que lo necesitemos. Este año hemos perdido mucho, pero mientras sigamos vivos, podremos invocar a los que ya no están.
