Uno de los ¿deportes? ¿juegos? que más se acostumbran en las borracheras es el Beer Pong. Seguramente lo han visto en aquellas películas donde sale alguna fiesta de jovenes gringos; sin embargo, les podemos decir que el mejor jugador no es de nuestro querido vecino del norte.
Posiblemente al rato tengan reventón y antes de dirigirse a el, les queremos presentar a Harry Wright. Él es un chico originario de Wellington, Nueva Zelanda (como que últimamente tenemos muchas cosa de aquellos lares ¿no?). Su calidad en el Beer Pong es tal, que podríamos decir que es el Michael Jordan de este juego; el Maradona de este pasatiempo; el Gandalf de los jóvenes alocados que les gusta beber cerveza a máxima velocidad para tener vasos disponible y poder jugar.
Harry no está sólo. Tiene un coequipero; un aliado; su mancuerna perfecta a la hora de hacer los más sorprendentes tiros con una simple pelota de Ping Pong. No dice su nombre, prefiere continuar en el anonimato y dejarle todos los reflectores a Harry.
Este par hace tiros impensandos. Utilizando las paredes, tablas de madera e incluso su “refri”, ejecutan tiros con tal perfección, que hasta el mejor físico del mundo lloraría por preguntarles cómo es que calculan la fuerza, la trayectoria y la oposición del viento a la hora de lanzar las pelotas.
Para que les decimos más. Aprendan de los mejores:
Su precisión es -como diría Margaria La Diosa de la Cumbia- un escándalo, ¿a poco no?