Desde muy corta edad el niño mexicano sueña, sueña con ser futbolista. Aunque desconozco las cifras, si es que las hay, estoy casi seguro que más de un 90% en nuestro país lo hace.

Pocos, muy pocos, piensan en ser basquetbolistas o tomar un bat, una minoría van a nadar con esperanzas de ser Phelps o corredores de pista como Bolt, simplemente sueñan en tener un balón como primer juguete, correr detrás de esa pelota y aunque sea con las manos, jugar con ella horas y horas.

A eso soñaron estos chavos, sí, ustedes Gudiño, Wbias, Teran, Rodríguez, Aguirre, Rivas, Govea, Erich, Hernández, Tovar, Ochoa, Jaimes, Granados, y por ahí otros que se me escapen, quienes toda su vida estuvieron cerca del futbol. Armaban las porterías de piedras y pateaban un Frutsi; otros, los más suertudos, corrían para llenarse los zapatos de tierra en los inhóspitos terrenos del llano y, los menos, siempre estuvieron cerca de una cancha de primer mundo. Hoy, hicieron un largo viaje, un viaje a tierras extrañas, donde al parecer nunca se sintieron lejos.  Emiratos Árabes Unidos era uno de esos lugares que se prestaba para conquistar la Copa del Mundo.

Muchos nacen con la intención de sacarse la lotería y ganar su primer millón; otros, los menos, se parten el alma todos los días con tal de sobresalir, no se duermen en sus laureles y con poco o mucho que tengan, siempre buscan ese rayo de esperanza que los anime. Vencer a Brasil, Italia y Argentina, fue ese bálsamo que necesitaban los niños para reponerse de la derrota aparatosa contra Nigeria en el primer juego. Llegaron a la final y por situaciones que a veces ponen los astros o algo que anda por ahí, no pudieron coronarse. De igual manera tenían enfrente a un rival que no les iba a hacer fácil nada. Que no iba a ceder un ápice para que los tricolores hicieran su papel.

Cuando el balón simplemente se niega a estar de tu lado, como lo hacía en esos juegos en el parque cuando éramos niños, no hay nada que hacer. No se pueden buscar culpables de la nada. No podemos vanagloriar y de repente maldecir al compañero. La tristeza y el malestar se calman con muy pocos remedios. Parece que las lágrimas no sirven para apagar esa sensación que deja ser el segundo lugar pero cuando lo piensas fríamente, ese subcampeonato sabe a gloria, a paz en el alma, a promesas de un futuro mejor, a grandeza por donde quiera que se le vea.

Los mexicanos tendemos a soñar mucho, sin muchas veces llevar a cabo eso que tenemos en mente. No sé y no vivo en la cabeza de ninguno de estos chavitos pero estoy seguro que cada día que estuvieron lejos de su casa, cada entrenamiento, cada partido, cada pase, cada gol, era un recuerdo constante de ese sueño prematuro. Nadie tuvo en su cabeza fallar o errar en una estrategia que causó los goles nigerianos, cuando la persona es ganadora, sólo tiene cabeza para eso: ganar.

Quiza sea mejor seguir soñando, soñando con que nos espera un futuro promisorio, con que algún día llegarán las glorias para ellos, soñando con que el Tri Mayor sea aunque sea en un porcentaje muy bajo, sea algo de lo que son estos niños. Pero esos sueños hay que capitalizarlos. Posiblemente a muchos los veremos debutar en sus clubes pronto: se hablará de Gudiño como el héroe y el villano en los medios pero ése, estoy seguro que jamás se limitará.

Es increíble que nos remitamos solamente a decir que Nigeria fue superior porque no parecen niños de menos de 17 años. Que no podamos aceptar que era un mucho mejor equipo. Que a pesar de que los mexicanos llegaron en muy buena forma, los africanos no serían un sinodal fácil. ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano? Con sueños verdes sólo pierdes el camión, ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano? con sueños de opio no conviene ni soñar.

Por Carlos Reyes

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